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28-Aug-2005 --
UNA EXCURSION A LOS INDIOS RANQUELES
El domingo habíamos planeado salir a cazar tres confluencias en el Oeste Pampeano, todas sobre el paralelo 36, la 36-66, la 36-67 y la 36-68.
La observación de las fotos satelitales nos daba la sensación que no serían muy difíciles, excepto por lo aislado de la zona en donde se encuentran.
Junto con Gabriel Sales, otro amigo más que arrastré a está sana locura de cazar confluencias, salimos el domingo 28 bien temprano desde Santa Rosa a tratar de conseguir la trilogía.
Tomamos la Ruta Nacional 35 hacia el norte, para doblar hacia el oeste por la Ruta Provincial 10 con el objeto de conseguir primero la 36-66 utilizando alguna de las rutas que había trazado pacientemente para el GPS observando las fotos satelitales sacadas del Earth Google.
Todo venía bárbaro hasta que descubrimos que los dos accesos que había encontrado tenían tranqueras con candados (Este detalle no fui capaz de verlo en las fotos satelitales.........), con lo que todos nuestros planes se volvieron imposibles: o volvíamos sobre nuestros pasos para entrar desde Victorica, ruta que había descartado porque parecía demasiado alejada y porque resignaba el tiempo de buscar las otras confluencias ó seguíamos a ciegas hasta encontrar alguna senda que nos lleve al norte de la Ruta 10 más cerca del paralelo 36. Nos decidimos por la segunda opción y si no aparecía nada dejaríamos la 3666 para otra oportunidad.
Cuando habíamos superado unos 15 km el meridiano 66, una entrada a una estancia con tranquera pero sin candado, nos animó a intentar acercarnos, aunque nos habíamos alejado bastante del objetivo. Entramos por una huella bien conservada que nos llevaría a la estancia Las Delicias y allí averiguar que podíamos hacer.
El paisaje estaba muy bueno, ya que se trata de una zona de pintorescos médanos verdes, donde la huella serpenteaba con rumbo noroeste, cada vez más lejos de la 36-66. La mano venía mal ya que encontramos varios puestos deshabitados (el domingo la gente se va al pueblo y no podíamos preguntar a nadie adonde estábamos yendo) y encima un neumático delantero se estaba desinflando. Inflamos la rueda con el matafuegos y seguimos hasta encontrar, 31 km después, el puesto de Las Delicias, no sin antes tirar la moneda en varias encrucijadas que no tenían correlato en las fotos satelitales. El neumático, “Protepinch” mediante, parece que se arregló solo.
Allí el puestero nos ofreció dos variantes sin mucho convencimiento: pasar de la provincia de La Pampa a la de San Luis, cruzando el paralelo 36 e intentar entrar por el norte donde creía que había huella o ir hacia el este por una huella poco transitada mas o menos paralela al paralelo 36 a unos 6 o 7 km que tampoco sabía hasta donde llegaba. Optamos por esta última y comenzamos lentamente a acercarnos al meridiano, avanzando por un sendero más o menos marcado en los médanos con pocos signos de circulación reciente y con muchas tranqueras para abrir, algunas denotaban que hacia mucho tiempo que no se abrían.
Así llegamos a unos 25 km de la confluencia a un puesto habitado, donde pudimos volver a preguntar. Nos atendieron amablemente don Agustín Miranda y su esposa Lidia e inmediatamente Don Agustín se ofreció a ayudarnos, aunque no tenía muy claro si íbamos a poder llegar fácilmente.
Por lo pronto nos dijo que nos podía conducir hasta el paralelo 36 por dentro de su propiedad, la estancia San Vicente y allí podríamos ver si podíamos transitar por él. Lo invitamos a subir a la chata y por una huella apenas dibujada, llegamos al paralelo 36, que hace de límite interprovincial entre San Luis y La Pampa, donde un alambrado este-oeste materializaba el mismo; desafortunadamente había una picada pero sin tranqueras que nos permitieran el paso y aún estábamos a 20 km del objetivo. Descartamos esta posibilidad.
Nos volvimos para el puesto”por la costa” como le dicen aquí en el campo, es decir bordeando un alambrado haciendo verdadero off road sobre los medanos tapizados de olivillos, imaginando el camino. Llegamos al puesto y doña Lidia tenía empezado un guiso espectacular y nos fue imposible desestimar la generosa invitación a almorzar con ellos. Nos pusimos a charlar un poco y don Agustín nos comenta que en los médanos cercanos hay una especie de cráter de arena limpia que lo cree muy bueno para hacer motocross: no dudé un instante y me largué a investigar con la chata mientras se terminaba el guiso, que a esa altura ya olía bárbaro.
El cráter escondido por las laderas verdes estaba buenísimo: según Agustín se generó porque muchos años atrás habían existido corrales de chivas en ese lugar, que se comieron todo vestigio de vegetación que nunca se recuperó: una verdadera rareza.
Di rienda suelta al off road arenero hasta que en una cresta de un médano me quedé colgado y tuve oportunidad de probar el ancla para malacate que nunca había tenido que usar como último recurso. Las fotos son elocuentes de lo simpático del lugar.
Volvimos a la casa de Agustín, bajamos de la chata una botella de vino que siempre reservo para estas inesperadas ocasiones y nos terminamos chupando los dedos con el exquisito guiso de Lidia. Mientras tanto se hicieron las dos de la tarde y se nos empezaba a agotar el tiempo de búsqueda, así que nos despedimos, agradeciendo su hospitalidad y seguimos hacia el oeste por la continuación de la huella que nos había traído hasta allí. Abriendo tranqueras a cada rato, a medida que avanzamos la senda estaba un poco más marcada y se la veía más transitada.
Cuando estuvimos cerca del meridiano 66, comenzamos a mirar con detenimiento cada posible acceso hacia el norte, hasta que una tranquera coincidió con uno de los puntos estimados con las fotos satelitales y entramos a un campo a 6 km al sur de la confluencia. La huella comenzó a internarse hacia el noreste, cada vez más despareja; atravesamos varios “boyeros” (cercos electrificados para los animales) zigzagueando por el campo como se puede apreciar en el track de las fotos que acompañan el relato, hasta que desembocamos a un cortafuego paralelo al paralelo 36 separado por 1600 metros de monte bastante denso, pero que permitía caminar con cuidado. Ni vestigios de seres humanos hasta ahí.
Marcamos el waypoint donde estacionamos la chata y nos internamos caminando para llegar al objetivo. La chata desapareció de nuestra vista y nos pusimos completamente en manos del GPS, tanto para ir como para volver. Al cabo de un buen rato de caminar entre matorrales avistamos el paralelo 36 materializado por un alambrado y entonces supimos que teníamos el objetivo al alcance de la mano.
Con mucha expectativa de Gabriel, ya que era su bautismo de Cazador de Confluencias, colocamos el GPS justo donde no existían los minutos y los segundos: lo habíamos conseguido una vez más.
Sacamos las fotos de práctica, festejamos el logro y nos volvimos a la chata confiando en que el GPS nos llevaría de vuelta a ella. En el medio del monte pensábamos como haríamos para encontrar la camioneta si se nos agotaba la batería del GPS o si la recepción satelital nos abandonaba ya que, para colmo, estaba nublado. Finalmente, como por arte de magia, la camioneta apareció.
Desandamos los senderos que usamos para llegar, dejando prolijamente cerradas todas las tranqueras y volvimos al camino vecinal que luego supimos a través de un cartel que se denominaba Cacique Mariano Rosas con rumbo hacia Victorica dando por terminada la cacería. En todo el último tramo dentro de los campos no apareció nadie.
Cerca de Victorica nos encontramos con un simpático monumento que evoca a los indios Ranqueles, que eran los originarios habitantes de la zona, antes que la “civilización” los hiciese desaparecer. De ahí el título del relato, copiado del muy buen libro de Lucio V. Mansilla, que recomiendo leer.
Llegamos de vuelta a Santa Rosa después de trece horas de travesía, satisfechos de la aventura que vivimos, muy diferente de la que habíamos planeado por la mañana.
Posiblemente deben existir alguna forma más sencilla de llegar a la confluencia pero estábamos muy contentos (y cansados) de haberla podido lograr pese a las dificultades. Quien haga la visita #2 podrá tener en cuenta este comentario y encontrar algún modo de acceder al cortafuego del mismo paralelo 36 con el vehículo, evitando la caminata.
Nos tendremos que sacrificar e intentar los 36-67 y 36-68 en otra oportunidad.
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28-Aug-2005 --
AN EXPEDITION TO THE “INDIOS RANQUELES”
On Sunday we had planned to go catch some confluences in the pampas west. All of them were on parallel 36: 36-66, 36-67 and 36-68.
While observing the satellite photographs, we realized that the confluences were quite easy to reach. The only difficulty could be the isolation of the zone.
With Gabriel Sales, we set off on Sunday 28th, very early in the morning from Santa Rosa, and we prepared ourselves to get the trilogy.
We took National Route 35 to the north and then we turned west by Provincial Route 10, wishing to get, firstly, the 36-66 confluence, taking any of the routes I had put in the GPS by looking the satellite photographs found in Google Earth.
Everything was going great, until we discovered that both of the access roads I had found were closed(A little detail I couldn’t see in the photos…), so, we had only two options: either we came back to enter from Victorica (A route I had discarded because it seemed to be too far away and, by taking it, there would be no time to catch the other two confluences), or we continued blindly to find any path that could send us to the north of Route 10, nearer of 36 parallel. We chose the second option, and if nothing came across, we’d leave the confluence for later.
When we had made at least 15 km on meridian 66, we found a closed (but not locked) gate, what put our hopes up again. Although we were quite away from the objective, we entered by a well-preserved track that would take us to Las Delicias farmhouse. Once there, we could think of what to do.
The landscape was wonderful, as it was a green beautiful dunes zone, where the track was zigzagging by the north east, further and further from the 36-66 confluence. Things were going quite bad: Firstly, we found lonely houses (on Sunday people leaves for the town and we couldn’t ask anybody where we were going), and secondly, one of the tires was losing air. We inflated it with the fire extinguisher and we continued the search, 31 km later, Las Delicias farmhouse, after tossing a coin in a crossroad to decide which road to take. The tire, with the help of “Protepinch”, seemed that had repaired by itself.
There, a peasant gave us two options, not very convinced: to leave La Pampa and enter San Luis province, crossing 36 parallel and try to enter by the north, or to go east by a un-maintained track that was nearly parallel to 36 parallel and was at 6 or 7 km from there (but he didn’t know where the end of it was). We chose this one and little by little we reached the meridian, going along a path in the dunes, which didn’t seem to be usually taken and had a lot of gates to open. Some of them, looked as they hadn’t been open for a long time.
So we reached an inhabited house that was a 25 km from the confluence. There, we could ask again. We were attended politely by Agustín Miranda and his wife, Lidia. He immediately offered himself to help us, though he wasn’t sure of how easily we would be able to reach the confluence.
He said that he could take us to 36 parallel inside his property, San Vicente farmhouse, in order to check if we could drive along it.
We invited him to get in the pickup, and, by a nearly erased track, we arrived to the parallel. It is an invisible inter-provincial limit between San Luis and La Pampa, but it’s materialized by a fence. There was a track, but unfortunately there were no gates to let us pass, and we were still 20 km away of the objective. We discarded this possibility.
So, we came back towards the house “por la costa”, as the say here. It means that we drove near the fence, doing real off-road over the “olivillos” covered dunes, imagining the road. We arrived there when Lidia had started to prepare a great “guiso” (stew), and we were incapable of refusing their invitation to eat with them.
We chatted a lot, and Agustín told us that in the near dunes there is something like a clean sand crater that’s thought by him to be perfect for motocross. Immediately, I get on the pickup while the “guiso” was being prepared, its fantastic smell filling the air.
The hidden crater in the hills was wonderful: Agustín said that it appeared when, a lot of years ago, there used to be as an enclosure for livestock: the goats had eaten all the vegetation of the place. But it never grew again: a true strange thing.
I spent a lot of time having fun with the “sandy” off road , until I got trapped in one of the dunes and I had to use my new anchor for winch, never used before like last resource. The photos are witnesses of what kind of place this is.
We returned to Agustín’s house, took a bottle of wine I always keep for this unexpected occasions from the pickup, and ate the delicious “guiso”, made by Lidia. The clock indicated now two o’clock in the evening, and our time was running out, so we said goodbye, thanking them for all, and we continued by the east on the track that had led us to the house. Opening gates from time to time, as we went ahead, the road was more and more clear and it looked more used.
Once we were near the 66 meridian, we started to check carefully every possible access to the north, until we found a gate which matched with one of the points estimated with the satellite photographs and we entered on a camp that was at 6 km south from the confluence. The track was now going towards the north east, every time more and more rough. We crossed a lot of “boyeros” (electric fences for animals) zigzagging across the camp (as you can see in the photo track attached), until a firewall which was parallel to 36 parallel separated by 1600 m of very closed bushes. However, you could walk through it, if carefully. There was no signal of human living there.
We marked the waypoint where we left the vehicle and walked towards the objective. Soon the pickup disappeared from sight and the GPS was our only guide to go and return. After some time of walking, we saw a fence which indicated where the 36 parallel was. Then we knew we were about to catch the confluence.
We put the GPS exactly where there didn’t exist minutes or seconds: we had done it again. Gabriel was very anxious, as it was his “baptism” as Confluence Hunter.
After taking a lot of photos, the confluence hunt was celebrated, and we went back to the pickup, trusting completely on the GPS. In the middle of the road we thought what would happen if the GPS’ battery died or the satellite reception stopped working because of the cloudy weather. But finally, like magic, the vehicle appeared.
In the way back home we left neatly closed all the gates and took a neighborhood route that we knew, later, that was called Cacique Mariano Rosas, towards Victorica, ending our hunting. No one appeared in the whole last part of the return.
Near Victorica we found a nice memorial evocating the “indios Ranqueles", original inhabitants of the zone until the civilization made them disappear. From here comes the title of this text, copied of the Lucio V. Mansilla’s book, something I strongly recommend to read.
We arrived Santa Rosa after 13 hours of journey, satisfied with the adventure we had lived, which has been very different of what we had imagined in the morning.
Possibly there may be some easier way to arrive to the confluence, but we were glad (and tired) to have reached it in spite of the obstacles. Anybody who does the visit #2 will be able to consider this comment and found some way to access the firewall of the same 36 parallel with the vehicle, avoiding the walk.
We’ll have to sacrifice and try the 3667 and 3668 confluences in another opportunity.